Anunciamos la esperanza: Proyecto pastoral
“Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este
mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (n. 114).
Evangelii Gaudium
Proyecto Pastoral
El Colegio Nuestra Madre del Buen Consejo, fiel a su ideario católico – agustiniano, busca encarecidamente, ofertar a sus alumn@s un marco posible y viable de reflexión, acercamiento y conocimiento del Hecho Religioso, como parte importantísima en el crecimiento y madurez de los jóvenes. Es esta una dimensión, la espiritual, que vertebra actitudes en la vida y para la vida. Por eso, el Departamento, compuesto por religiosos y profesores de todas las etapas, pretende potenciar la formación religiosa sin relegarla únicamente a la clase de religión.
El Departamento es el encargado de programar, realizar y evaluar todas las actividades religiosas del Centro.
UN NUEVO CURSO POR DELANTE … UN LEMA QUE NOS IMPULSA
Tenemos por delante un nuevo curso, el curso 2023 – 2024, y en el horizonte tenemos esa misión permanente de anunciar y testimoniar a Jesús y su evangelio: EVANGELIZAR. El escenario de la misión es el mundo amado inmensamente por Dios (Jn 3, 16), con todo lo que supone ese mundo: personas,
situaciones, necesidades, sueños, ilusiones, frustraciones, alegrías y tristezas. Todos estamos invitados a esa misión porque todos somos Iglesia caminando juntos. “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál
es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG, 20)
Con esta luz, en este curso pastoral nos proponemos
Seguir asumiendo y concretando la perspectiva sinodal en las distintas iniciativas y proyectos pastorales. Caminar juntos es para nosotros hacer comunión, crear comunidad. En esta línea proponemos como objetivo concreto: buscar y establecer tiempos y espacios para la planificación y desarrollo de las actividades pastorales potenciando el funcionamiento de equipos, consejos, órganos colegiados, … todo lo que ayude a crecer en comunión.
como claro desafío y motor de propuestas pastorales que puedan ser significativas y transformadoras en nuestro mundo plural. En esta línea proponemos como objetivo concreto: potenciar la presencia de las familias en nuestras acciones pastorales como agentes y como destinatarias, facilitando el desarrollo de su papel protagonista en la trasmisión de la fe.
con toda su realidad variopinta, llena de posibilidades y necesitada de orientación. Jóvenes llenos de vida que quieren SER, y en la que JESÚS VIVO quiere hacerse presente para llenarla de luz, por encima de contradicciones y fragilidades . En esta línea proponemos como objetivo concreto: acompañar e interpelar – más allá de los servicios pastorales que los jóvenes realizan como catequistas, profesores, monitores…- la vida de los jóvenes en sus procesos vitales de discernimiento y opción presentando y testimoniando la propuesta de Jesucristo.
Con motivo del próximo año jubilar (Roma, 2025), y para preparar bien este acontecimiento histórico, el año 2024 estará dedicado de forma particular por iniciativa del Papa a promover la centralidad de la oración personal y comunitaria. En esta línea, proponemos como objetivo concreto: dar una especial relevancia a la oración en nuestras
comunidades y en las actividades pastorales, de modo que la acción del Espíritu a través de ella nos ayude a tonificar nuestra vocación y misión.
Justificación, fundamentación, líneas de acción
Levantarnos y caminar juntos. Pero no de cualquier manera. Los objetivos englobados en el contexto que hemos presentado son una invitación a poner en marcha la actividad pastoral en cada comunidad. Y hacerlo con unas determinadas orientaciones.
En cada lugar con sus propias particularidades, pero unidos en unas opciones de fondo y unas características comunes en la pastoral que nos hacen parte de una misma familia: la familia agustiniana que se concreta para nosotros en la Provincia San Juan de Sahagún.
Desde el Plan de Pastoral de la Provincia proponemos estos puntos de fundamentación y líneas de acción
En el amplio escenario de la evangelización nos hacemos presentes los religiosos con la aportación de nuestra diversidad de carismas, nuestra multiplicidad de presencias y estilos diferentes de vida. También los agustinos con su identidad propia basada en estos cuatro pilares: la interioridad, la comunidad, la pobreza, y la eclesialidad. Asentados en estos cimientos nuestra vida debe ser un testimonio de santidad, de encarnación del espíritu de las bienaventuranzas y de servicio a la humanidad.
La apertura de la misión evangelizadora a todas las necesidades humanas, tanto materiales como espirituales. Es decir, el imperativo de la caridad como exigencia de evangelización. “Lo que más oculta hoy el rostro de Dios es la profunda injusticia que reina en el mundo. Si no luchamos contra ella y no nos ponemos del lado de las víctimas, colaboramos al actual ocultamiento de Dios.
Una pastoral “sin Jesucristo” está llamada a la esterilidad, lo mismo que una pastoral que no sea donación y confesión de uno mismo. Nos dice el Papa Francisco: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (V Conferencia general del Espiscopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 360). (EG,10).
El evangelizador solo podrá transmitir una experiencia de Dios, si él mismo vive en su más íntima entraña esa misma experiencia.
Lo que llamamos transmisión de la fe no consiste en la entrega de un depósito de valores o de ideas, sino en hacer posible una experiencia. Un proceso que conduce a la acogida personal del Misterio que se aloja dentro de uno mismo, que nos habita y sostiene. Transmitir la fe es, fundamentalmente, provocar en la persona ese viaje agustiniano a la interioridad para el encuentro con el Dios que es más íntimo que la propia intimidad (Confesiones 3,6,11).
El cristiano, y por tanto toda comunidad cristiana, se identifica como seguidor de Jesucristo. Él es “la salvación enviada por Dios” (Comentario al Salmo 49,31) que nos revela al Padre y nos convoca a la fraternidad. “Él es la fuente de la vida: acércate, bebe y vive; es la luz: acércate posesiónate de ella y ve. Si Él no te inunda, te secarás” (Sermón 284,1). Recuperar el lugar central de Cristo en la evangelización y en la catequesis, no es otra cosa que un retorno a la auténtica dimensión del anuncio cristiano. Hay un camino de acceso a Jesucristo: el camino del seguimiento. En palabras gráficas de San Agustín, “andar por las huellas de Cristo” (Sermón 304,3).
La rutina y el conservadurismo cerrado son un pecado personal y pastoral, porque, así como hay un “pecado social”, hay también un “pecado pastoral”. “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera que no puede dejar las cosas como están….Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un “estado permanente de misión” (EG,25). Este estado permanente de misión presupone un estado ininterrumpido de conversión.
Escribe San Agustín refiriéndose a la Iglesia: “Son diversas las funciones, pero una misma la vida (….) Cada uno realiza su función propia, pero todos viven la misma vida” (Sermón 267,4). Entender la Iglesia como Pueblo de Dios implica la concepción de una Iglesia toda ella corresponsable. La fraternidad bautismal y el sacerdocio común hacen de la comunidad cristiana una escuela de condiscípulos. San Agustín decía a sus fieles: “Oigamos en común, aprendamos en común como condiscípulos en la misma escuela del único maestro Jesucristo” (Sermón Guelf. 32,4). En la Iglesia no existe más que una misión y lo que es plural y admite diversidad de modelos son los servicios o ministerios. La teología acerca de la Iglesia que subraya el Vaticano II permite hablar de una vocación cristiana que hace de todos los bautizados testigos del Evangelio en el corazón del mundo.
Evangelizar no es un acto individual o de grupos aislados, sino un “acto aclesial” (EN,60), en el que todos estamos llamados a ser agentes de evangelización, cada uno según el don recibido (EN, 67-70). “La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas…” (EN,77) Esta Iglesia – que es comunidad de amor y vida- no es para sí misma sino parea el mundo; la Iglesia es cuerpo y reflejo de Cristo “luz de los pueblos” (LG, 1). Es esencialmente misionera y todos en la Iglesia participamos según nuestra vocación propia en esta misión única y universal. Sin anuncio explícito, la fe pierde dinamismo misionero y acaba desapareciendo.
Dos problemas que pueden calificarse como un azote para la sociedad actual, son la injusticia y la violencia. La falta de justicia produce el hambre, la precariedad laboral y las desigualdades sociales, la falta de paz anula el precio y la dignidad de la vida humana. Una pastoral que se desentendiera del mundo quedaría flotando sobre las realidades terrenas y sería una pastoral desencarnada, ajena a la escena del acontecer diario. La misión del cristiano en el mundo es sembrar la esperanza que no falta, construir la ciudad de Dios con la fuerza de su amor que habita en nosotros y que es la gracia del Espíritu. Sin ayuda, no podemos curar la enfermedad que nos impide ser nosotros mismos, cumplir con decisión opciones de justicia, y nos vuelve esclavos de nuestro egoísmo y de los mecanismos de un mundo inspirado por la materia.